martes, 20 de noviembre de 2012

Corazones incandescentes.

Había días en los que no le apetecía levantarse de la cama si no olía primero el aroma de sus cabellos. Él no podía continuar así. Ella ya se había acostumbrado. Cuando hubo un punto final para sus lágrimas, él comenzó a llorar.

Por sus venas empezó a correr sangre gélida y frígida, por las suyas su sangre parecía incandescente. Floraron sentimientos que él jamás creyó poder experimentar.

"Podría contar mi vida uniendo casualidades".

Cuando ella se enamoró, sus labios ya sabían a carmín de otra. Perdió esperanza, certidumbre y anhelo; olvidó todo lo que sentía e hizo quemar recuerdos y sentimientos. Él empezó a quererla justo cuando ella consiguió sacarle de su vida.

Su voz le ametrallaba la conciencia y luego ya no pudo pensar en otra cosa que en su perfección. Pero ya era tarde porque su carmín ya rondaba por otros labios; aunque en su corazón faltaba un trozo en el que, en mayúsculas, estaba su nombre escrito.
Ella nunca le olvidaría.
Para él ya era demasiado tarde.

Mas en esta vida todo es un juego de azar, dos almas destinadas a estar juntas con el tiempo se alejaron.
Pero, como en esta vida todo es un juego de azar, quizás algún día ambas se reencuentren.

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